Sueño Nomeacuerdocuanto
Estaba la zorra con los pacos en una calle ancha y
larga, el cielo estaba despejado, brillante, y el sol calentaba tímidamente a
los jóvenes y viejos que lanzaban grandes piedras a los pacos y sus asquerosos
uniformes. El mar nacía desde la cuneta hacia el infinito y tenia olas
pequeñitas y proyectaba hacia el aire un aroma salino y puro que invitaba a
marcharse lejos de la ciudad. Los capuchas huían por los pequeños pasajes
aledaños al mar y se escondían en las alcantarillas intentando huir de la represión.
Algunas lacrimógenas encendidas hacían las veces de las nubes que el cielo
había olvidado, pero estas nubes eran toxicas y venenosas. Los pacos recogían y
golpeaban a los cazados y los llevaban a la micro impía y atroz en donde los
manoseaban, interrogaban y seguían golpeando. Yo andaba en bicicleta y atravesaba
la larga calle hacia el fondo, donde se alzaba imponente la cordillera
totalmente nevada y preciosa. Cuando venia de vuelta por la inmensa avenida,
los pacos ya se habían ido y solo quedaban restos de violencia en las veredas y
en las manos de los revoltosos, y algunos panfletos y algunas personas
vendiendo comida a un costado de la calle. Entre ese puñado de personas se
encontraba Isidora, la Isis, vestida tal cual la ultima vez que nos vimos. Yo
daba unas tres vueltas en circulo para que me viera pero ella conversaba en voz
baja con otra niña que no se quien es. Dejé mi bicicleta en el suelo y me senté
en la cuneta de en frente esperando que me hablara o me mirara por que a mi me
daba mucha timidez y pena sentarme a su lado. En eso aparece una perrita de la
calle, negra y bien grande. Yo estaba acostado en la cuneta y tapado con una
frazada, y la perrita me intentaba quitar la frazada y forcejeábamos un rato.
Ella me destapó los pies y comenzó a morderme muy fuerte, con mordiscos grandes
de rabia y botaba saliva espesa que se repartía por el lugar. Isidora me miraba
sin hacer ningún movimiento y la perra mordía más fuerte y con más rabia.
Entonces yo sacaba un palo de mi bolsillo y hacia el gesto de pegarle sin
intención de hacerlo. Ella me dejaba de morder y se quedaba quieta pero aun me
miraba con rabia. Yo estiraba mi mano y le sobaba el lomo suavecito y la
perrita se echaba y se dejaba acariciar muy tranquilita y mansa. Se acercó a mi
lado y nos tapamos ambos con la frazada, y yo le decía algo a la perrita y ella
me respondía en español. No podía creer que la perrita hablara, pero si,
hablaba. Conversábamos algunas palabras primero y yo estaba muy feliz de que
hablara y nos abrazábamos con la perrita. Yo le daba un beso en la boca.
Conversábamos largo rato no se de que, no puedo recordarlo. Ella me decía que
me mordía por que tenia rabia, que no era su culpa y a momentos intentaba
nuevamente morderme las manos o la cara con la misma rabia que hace un rato. Yo
estaba muy alegre y a la vez asustado por tener esta perrita. De improviso
estamos en una ciudad, rodeados de autos y de edificios y la perrita aun esta
conmigo. Aparece una mujer con pinta de ejecutiva y le dice a la perrita que la
espera en su oficina en 5 minutos. La perrita se va caminando en sus cuatro
patitas sin decirme nada, y yo intento llamarla pero no mira hacia atrás. La
mujer ejecutiva me dice que no tenga pena y me compra un completo en la misma
esquina en donde yo estaba acostado con la perrita peleando por la frazada
mientras nos observaba Isidora y nos gritaba que no nos hiciéramos daño por
favor.
El crespo me
pasaba su taxi y arriba iban cuatro personas, tres pasajeros (un hombre blanco
y pelado, una señora muy vieja y otra mujer muy desagradable) que querían ir rápido
a sus destinos, y también iba el crespo, que vigilaba mis movimientos sin decir
una palabra. Yo me paseaba por Santiago durante un rato, acelerando y frenando,
metiéndome por calles desconocidas pero siempre tranquilo. Una de las
pasajeras, la mas desagradable, me dice con tono de pasajera importante; “a la intendencia por favor, y rápido”. Yo
le pregunto; “por Vitacura?”. Ella me
dice; “si, por Vitacura”. Doy la
vuelta a la calle y me meto en una de estas carreteras urbanas, con un taco
gigante y mucha gente bajándose de las micros. Todos los autos tocaban sus
bocinas a la vez y a momentos algunos autos saltaban por el aire y toda la gente
hablaba por sus celulares sin mirarse los unos a los otros. El sol de verano
quemaba las aceras y derretía los chicles pegados en las mismas, pero a ninguno
de ellos le importaba, solo hablaban por sus celulares, frenéticos y en un
idioma incomprensible de ajetreo. Cuando vamos subiendo por una calle, me doy
cuenta que voy en sentido contrario a los demás autos y los pasajeros empiezan
a alegarme por que van a llegar tarde a sus lugares. Yo les digo que tengan
paciencia, que soy principiante en esto, y echo marcha atrás sin que me importe
el taco kilométrico. El flaco pelado no me dejaba ver hacia atrás y yo le daba
un golpe en su cabeza para que se quitara. Íbamos en marcha atrás, a muchos
kilómetros por hora metiéndonos entre autos, motos y micros, y la gente al
vernos manejando como locos saltaban hacia los costados para no ser
atropellados. Los pasajeros estaban furiosos. Yo doblo por una calle cubierta
de grandes árboles y muy tranquila. “Llegamos
a la intendencia, son quinientos setenta pesos”, le digo a la vieja pesada.
Ella se baja del taxi sin pagarme ni darme las gracias siquiera. Los otros
pasajeros también se bajan maldiciendo la hora en que se subieron al taxi del
chofer inexperto. El crespo me dice que lo hice bien pero que no sirvo para
esto. Aparece una mina rubia, como de estas minas de la tele, que abraza al crespo,
le da un beso juguetón y le dice que quiere irse. El crespo me pide que maneje
nuevamente por que quiere disfrutar en el asiento trasero con la mina que acaba
de encontrarse. Yo, muy contento y sin objeciones, me subo en el asiento del
chofer, paso primera y acelero a fondo. El auto parte muy lento primero hasta
que agarra velocidad. La parejita me pide que los lleve hacia al cerro San
Cristóbal por favor. Y cuando ya vamos a cierta velocidad el crespo me dice que
está malo el freno, que tenga mucho cuidado en las curvas. Yo intentaba frenar
pero no había caso. Los frenos se habían cortado.