Supe que el caballero a quien una
vez le había vendido un par de cosas, hace unos días murió.
Nunca lo imaginé, es mas, no
recuerdo que día, tuve un destello en la mente y me acordé de el en su bicicleta
pequeña, fumando sin piedad bajo el sol de mediodía.
Supe que había muerto cuando el
gabo contaba al cuidador de autos que este caballero se metía a la bodega
oscura que está al lado del paradero de micro y de la casa del felipunky, con
una puta antigua, arrugada y desecha, y miraba hacia fuera haciendo señales al
gabo de guardar silencio, -“gabito, shhhhh”-.
Siempre que me veía pedía que le
trajera un cargador o un transformador. Ahora que lo pienso era una metáfora y
yo nunca la entendí. Quería cargar sus días, quería transformar sus horas. Y yo
llegué con una caja llena de enchufes revueltos. El me miró con la cara negra y
cansada, examinó los cables y luego dijo apartando la mirada hacia el lado del
metro –ninguno me sirve, pero déjame éste en una luca-.
Después de eso, me parece, nunca
mas lo vi.
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