En estos días...

Tristezas... Por hacerme sentir así. Vive la gente feliz, no puedo reconciliar emociones y recuerdos, no puedo encontrar amor sin culpa, sin el profundo y hondo deseo de escribir con la cuchara abierta y los sesos desparramados. A  veces en las tardes de soles caidos vuelvo a ser cabro chico, embarrao y peluson tratando sanar mi pequeño corazon mientras te regalo helados de 100 pesos y algunas flores amarilltas que crecen en las fisuras de la cuneta, o filas de hormigas colmando la mesa, comiendo pan duro, mascado por sus mandibulas sin dientes, y no era que peleaba por gusto, si no por defenderme de patadas y golpes de aquellos hijos de la ignorancia que eran mis vecinos.  Golpes por que yo era bien portado y mateo pa la escuela, o el hecho de que leyese libros de flora y fauna mientras los mas picaos a choro se agarraban a balazo y patas en el pecho en plsno verano, a guata pela como ellos mismos los hijos de puta. Y aun así, una flor o un animalito crecian en la miseria. Tanta pena tenía, con el corazon roto caminé el estilo deprimente y cogotero, y una flauta resonaba invitando a poner la otra mejilla y aguantar el chalchazo de mi madre, visitarla cuando estaba en cana, comerse una empanada y quebrarse por dentro y jamás por fuera, por que los gendarmes tienen el palo en la mano y te tratan como basura, y yo no aguanto pellejerias de ninguno de esos canallas analfabetos que cuidan el lugubre prostibulo del sistema. Cuantas noches de madrugada no la busqué por barriales y sucuchos y llegaba el alba y yo descalzo en la periferia, y los humos del fogón como gigantes se alzaron escrutando el horizonte con las manos como visera. La ví huir en mi bicicleta, con ojos de loca se me arrancó y me rompió el corazón en mil partes. Todos los lazos de la naturaleza se rompieron en ese instante. Mi alma de crío inocente se incineraba en amarga desilucion de quedar huerfano en este mundo tan cruel y frio. Después de los atropellos y los palos en la cabeza se me durmieron las manos y fue que el niño sensible y atormentado era yo mismo tragando tanta miseria y horror humano, por que ninguno de ellos ha sido capaz de amar a nadie, ni han leído un día completo a Ray Bradbury solo por sentirse solos a los 10 años. Luego vino el ruido y las botas de cuero sedientas de patear craneos. Pero no se torturen y sufran amigos míos, todos ustedes han nacido con demonios en su espalda, pero ninguno los ha acompañado de noche y han vigilado su sueños en la tormenta y los techos de zinc volando por la pobla. Yo fuí el que lloró trepado en la enrredadera del Juan XXIII y leía a Li Tai Po bebiendo bajo la luna, vino y solo vino, y caminar por irarrazaval y Ñuñoa era dulcemente triste, por que la tristeza no solo duerme y anida en aquellas noches del estío, si no que podría llenas los recovecos y lanzarnos juntos al abismo para terminar con la agonía de mi roñoso corazón. Se gastaron mis zapatos y me mordieron los perros. La cuchilla la tenía en la mano, lo juro, cuando me ví tan solo y perdido y llegué de puro frío a la fiesta donde no me querían. El alma mía moría siendo buena en el camino hacia la soledad y el abandono. Yo me encontré dentro de mi mismo, y nadé junto a Ylla en el mar muerto del planeta de cristal, cantando simbolos de edad desconocida para cualquier humano del siglo XX. Nos fuimos juntitos de la mano en el bus pal Valle del Elquí, te acordai¿ Y vimos nacer a las ovejas y bajamos el cerro casi anocheciendo, te acuerdas, quiero decir, de aquella desaparición y de las interminables noches en que lloré con un lirio traidor en mi pieza? Pasion es lo que menos le falta a mi vida, pequeñas libelulas fugaces. La vieja maquina de escribir sin puntuación, la polilla que fotografié y le entregué toda elegancia y dignidad, así toda esperanza me devuelve y los papeles escritos en tu nombre probablemente hayan ido a parar al zanjón de la aguada. Todo lamento ha sido por ti, toda locura y desvarío de madrugada es debido a la sin razón de no pertenecer a ningún lugar y ser eterno vagabundo soñador. Tu lo eras todo y yo era nada. Aves volaban sobre nuestras cabezas, ellos pensaran que era por que caía la noche y se divisaba la isla de los lobos, donde podías encontrar cachorros muertos a orillas de la playa, incluso ya de amanecida tenía un aspecto de penumbra y seguro que me contabas de aquella furia de decir adios. Cresta, como hacerles entender que no podía escribir las verdades absolutas, y que tiritaba de miedo al saltar la reja arrancando de la yuta. El sol entró por la habitación, y los gorriones gorgojeaban y volteaban sus cabezas en el patio, sin darnos cuenta de cuantas noches fueron necesarias para abrazar mis alegrias de chiquillo. Cuando llegaste aquella noche, preguntando por emile dubois y queriendo descubrir paisajes nuevos, trayectos en bicicleta y compañia de gatos. El cementerio y sus ataudes rodantes de terremoto, lo sabes bien. Presiento que las palabras son las que me adivinan el sentimiento y yo solo las escucho y obedezco en voz baja, como si fuera el iniciado de la lluvia de enero sintiendo hambre y el corazon/alma azul en plena oscuridad con un intenso olor a parafina. 




















No hay comentarios:

Publicar un comentario