Sueño 21/11



Llegué. Es la casa de los maitenes, donde yo solía vivir. Vamos a tocar ahí. Y tú estas sentada al pie de la escalera, apoyada en una especie de mesita. Llegué y te vas enseguida, te vas por la escalera hacia el segundo piso. Y con la ilusa idea de estar cerca de ti me escapo también hacia no se donde. Hace frío, el cielo esta nublado, aún es temprano. Camino por el pasaje principal y siento una nostalgia hermosa, y la gente no me conoce y yo no los conozco a ellos. Fugazmente recordé mi infancia (si es que a algo se le puede llamar así). Se divisa el final del pasaje y tu vives ahí, conozco tu casa, se que es al final, la ultima, y pienso en que como es posible que fuéramos vecinos y nunca lo supimos. No llegué hasta ahí, no me atreví y entro a mi antigua casa. Es un misterio, esta toda oscura, dulcemente aterradora, sombría, como la última vez que estuve ahí para luego abandonarla antes que sea derrumbada. Hay mas gente, algo de ruido. Siento ganas de gritar y aún no te encuentro. No me quieres mirar, no me quieres hablar, no quieres saber, no quieres sentir. Lo se, de alguna manera lo se. Voy al segundo piso, el lugar que fue mi refugio alguna vez. Es diferente, muy diferente a como era en realidad. Estas nuevamente apoyada en una mesita, hablas con mas personas. Estas muy bonita -lo típico . Intento acercarme de improviso y no puedo. No me dejan. Saco de mi mochila algo para comer y me siento a tu lado. Siento enormes ganas de llorar, de mirarte, de desaparecer, de que la casa se derrumbe nuevamente, de ser una vez más un niño, de nunca haberte conocido, de caerme en bicicleta, de ser quien no soy. Tú no me miras ni me hablas. No te ofrezco nada de lo que tengo, por que no tengo nada. Antes de pararme para ir a tocar, me tomas la mano sin mirarme. Siento tu calor por breves segundos. Yo me escabullo intentando hacerme invisible. La felicidad me invade y es muy difícil intentar ponerla de acuerdo con la tristeza…
Despierto. 















Las letras esta noche...

Seguramente te acuerdas del tremolo
estuve a punto de…
pero yo tuve una historia de amor
(con palabras hondas, paliduchas)
y no fue (no puedo, no podemos)
lo sé, lo sé, lo sé , no sé
componer por necesidad
por argumento
en sí, sin desmerecerlo
como la explanada
un poquito mas grande quizás
a sangre, golpear la mesa
tallarines sobre ella y un plato
recorrido, explícame lo que oía
era de aspecto parecido
que distinto y contaminado
doce, veinte, todos, mil doscientos
idiota, callado, sentía vergüenza
mucho tiempo estuve sumergido…









Los amantes momentáneos coquetean, ríen, se abrazan
se besan, corren como niños eufóricos
toman vino traspasado de una boca a otra
Yo fui un amante de esos, desenfrenado y loco
y mi amante amarilla de ojos rasgados
hallo otro amante en un paradero de micro
Los amantes hablan, se miran entre parpados risueños
comen mantequilla de maní, se chupan los dedos
Los amantes momentáneos, cuando lleguen a sus casas
tendrán comidas, alegatos, hermanos y mascotas
que les preguntarán con voces intranquilas
Como estuvo tu noche? Estás bien?
Yo llego a mi casa y la imagen de los amantes
con sus pies enrredados es mi compañera nocturna
Nadie tiene interés por saber sobre mi noche
no tengo hermanos ni mascotas cerca
“Tenís mucho frío?” (Pregunta con voz segura)
y la lágrima cae calientita abrigando mi mejilla
No es la primera vez que los amantes
se encuentran en ese paradero, no es la primera vez
-quiero decir- que los observo y pasa el viento
desde atrás, doblando por la callejuela
Y ahora los amantes momentáneos se sientan y se abrazan
para hacerse pequeñitos, se envuelven en sus chalecos
en un intento desesperado por camuflarse en la noche.





A Leonardo Favio




Fuera del congreso argentino
le dejan flores a Leonardo Favio
Que otra cosa se puede hacer?..
Estoy muy negro hoy
después de mucho tiempo.
Y cuando yo sea viejo, cercano a la muerte
como un mueble ruidoso y amable
las flores que le han dejado a Leonardo Favio
habrán avanzado y marchitado en eso
Y si miras al caballero, lo verás como
el porvenir, como un descubrimiento enfurecido
tal cual las flores que no han sido regadas
en la tumba de Leonardo Favio
cuando yo haya muerto. 








Variación

Hoy te quiero más que nunca.
Creo que te quiero
desde antes de despertar.
Despierto temprano y ordeno todo
y preparo la comida
como si fueras a venir
como en aquellos días.
Por cierto, en aquellos días
solía quererte más que nunca.
Pero en estos días
solo te quiero a veces
como hoy por ejemplo
que te quiero inmensamente
mucho más que nunca
mucho más que ayer
y mucho menos que mañana









Estaba loco por leerla, por creerle, te lo juro
pesaba como el humo del cigarro, -que necesitas?-
y la tapita rueda mesa abajo, -quien esta ahí?-.
Ah, no lo sabías, Don Nano dice que es El
y tiene mas historias de juventud-vejez y muerte
y trabajaba de lo menos, es muy difícil, no me crees?
Vamos a ser los otros po’, a los buenos no les creas
no aún, es tarde, y la vida tal cual, no?
y El la prostituía, le decía con voz honesta
discúlpame, pero esta huea’ es Tu y la gente.
-Aquí la gente se muere-.
Y se perfilo con la negra, le tomaba la mano
ahí empezó su declaración y al rato
se quedan dormidos, y despertaste enseguida
con la boca abundante de peleas y odios.
Tan! Tan!, como una especie de Amarillo
suena ella, coqueta, imbecil, encantadora
dispuesta a golpearte, sagrada, con las alas cortas
y le faltaba el aire (imagínalo, así, mucho)
pero cuando me arrepentía, se liberaba
del bruto animal, escondiendo la cara.
Ya salió! y la desolación es el eco en la pared
-definitivamente no creo en nada-







Me dan verguenza; los
tallarines

(panico imitado, dubitativo y de ojos grandes
y algo de salsa encima para que no se sientan solos)








Siempre hay sombras, siempre hay una espalda
y ebrio habitual, casi yo, otras veces mas a oscuras
siempre





Y Como No?


-Te espero mañana, si?
Si! (si Dios quiere)

-Dios va a querer
si no,  lo matamos!...










No se a quien extraño
Son todos inocentes


(Sentencia)






(Voy por el otro)



  Se han abierto las risas
y el brebaje

Permiso!




Quedamos?



 -Entre las nueve y las tres-
pregunto;
             que haces...?
(mas de treinta veces)








Hoy sentía ese vientecito primaveral mientras pedaleaba, me llegaba en la cara, fresquito, -que siga, que siga-, (y entonces seguía), y era el recuerdo del mismo vientecito de la niñez y las rodillas sucias y los codos gastados y las encaramadas en la pandereta buscando volantines olvidados y fracturados, y del sol quemante por la mañana, y por la tarde el vientecito aquel, hasta la noche, como ahora, como esta noche, que aun invita a mi vientecito a refrescarme la cara pedaleando. Ahora no pedaleo, ahora escribo, y la noche ésta, me dice que es buena, -no tu, si no ella. La noche, digo- yo la siento así, y me siento perdidamente feliz, y creo que nada es como ayer, y yo tampoco, yo hoy soy como hoy, y hoy el vientecito me espera para ser conmigo, y la nochecita quizás también, solo debo alcanzarla (por la noche, cuando caiga), pero yo era un niño, era un enano, de cara sucia y malos modales y solo debía dar un saltito para tomarla, pero huía y decía “tranquilo, ya vas a crecer”, y hoy, pedaleando, el vientecito me frenaba para no alcanzarla nunca, y yo reía ante tal jugarreta, y las pisadas me siguen, desde la niñez que es así, y aun, perdidamente feliz, miro hacia atrás y veo pasar el vientecito preciado que remonta las casas y los techos de lata, y me pongo a bailar con una escoba, y la miro a los ojos -lindos ojos de madera- y a ratos bailo solo, y subo el volumen de la radio en esa canción que me gusta, y toco mis tambores y el teclado se queda mudo un rato y luego gime de dolor (y a mi también me duele, casi tanto como a el,  me duele que no sepamos entendernos y que nunca hallamos congeniado, lastima…) pero en el techo mi gata respondía intranquila, y yo, también en el techo disfruto del mismo vientecito ya nocturno, tranquilo, y mi gata no, y las luces de la cuidad hoy (por la noche) son bonitas y la ciudad lo mismo, y siempre me vuelvo a equivocar, pero hoy no, esta noche no, mañana quizás lo haré de nuevo, por que no sé si mañana el vientecito me esperara para ser juntos y tampoco si se mañana yo esperare la noche para subirme al techo que no tiene volantines (pero si una que otra lagartija fugitiva) y tampoco sé si mañana escribiré o si tendré otros recuerdos, y yo no se, no se, no se, pero me preparo por si acaso, y me saco toda la ropa y miro el cielo durante largo rato, y recuerdo a mi madre, a mi hermana, a ellos, a ti, a los otros, no, a ellos no, y las caras sucias y los garabatos a escondidas, los juegos infinitos y las tardes inagotables, todo eso y mas entre algún sollozo y otras risas profundas, y pido perdón a quienes no entiendan esto, quienes no entiendan mi vientecito (nuestro, en realidad) pido perdón a los muertos de mi alegría, a los vivos de mis penas, a las luces de la ciudad, pido perdón a mi madre, a mis sobrinos, a mi hermana, a mi gata, a la luna, al viento, y por supuesto, me pido perdón a mi, si, a mi, y salgo caminar y me pido perdón, perdón por encararme de este modo, pero me han contado que… 















.-


Era anocheciendo, casi en verano, (y yo sentía que eran mis palabras), no llamó a nadie
y lo descolgaba, “para alejar la materialización de la indiferencia”, y me apuraron
me puse triste -Carlitos no es malo, no le grite, por favor- el día que yo no existía
con el clavito en el cerebro, el ruido en los oídos, la pequeñita y revoltosa retórica
la mentirosa, antepenúltima y ni eso, vacío repleto, y las compañías de las noches
en la misma manera, y hablar de política-música-sexo-drogas-infancias/necesidades
mentiras interesantes, amantes baratos, -y me veo corriendo, loco y ágil, no se donde
y cerraba los ojos en cada tanto-, y me nombraba al amanecer, buscándome y yo reía
pero prefiero concluir, ir y venir, te digo, así mismo, como cucaracha en la cuneta
y la fila de hormigas sonaban, si; me pesan los pies, se arrastran -ellas, quiero decir-
las hormigas y se apuran, y también a mi, y vuelvo a estar triste, tanto y mas
vamos a buscarlo?, las monedas no sirven, vamos, quieres? -NO- quieres? -NO-
quieres? -NO-, pero entrégame el nicho, el pequeño lugar, la pintura de tus dedos
que yo nunca escuché de aquellos seres, el recuerdo más dulce y doloroso del momento
el pabilo que se consume de a poquito entre tanto que no es nada, y yo soy uno mas
si, eso es lo que soy; y tu eres igual al resto de la gente, no escapas a ninguna realidad
eres lo que fuiste, y serás todo lo contrario, como si el espejo se quebrara a propósito
como si los pájaros cayeran al mar en picada y nunca salieran a flote; pero se dice
que la neblina aparece en Agosto, quizás en Julio, y que dura lo que dura el agua en serlo
y al pensarlo siento que tengo los pies mojados, pero no ha llovido, y comprendo entonces
algunas cosas incomprensibles; “nunca volveré a confiar en los encuentros casuales”. 











Me atraparon. No se como. Y me llevan a la colina a sacar resquicios de margaritas y manzanillas (que por lo visto, ya están prohibidas). Es hermoso. Aun queda vegetación y sin que se den cuenta me alejo un poco y contemplo el mar furioso que se mece con tonos verdosos y azules y digo a no se quien “mira que azul está el mar por aquel lado”. Nadie me responde. Esta prohibido hablar en voz alta. Siento un miedo constante. Y vuelvo a arrancar maleza y pequeñas flores. Estoy vestido con un overol desteñido. A mis espaldas esta un acantilado con árboles impenetrables y abruptos y delante mío hay una montaña, no tan alta. A mi derecha me doy cuenta que hay una línea de tren que sube directamente a la montaña y hacia el otro lado, mis espaldas, cae al mar.
La línea, subiendo por la montaña, y no muy lejos de donde estábamos nosotros, pasa por debajo de un arco muy bonito, antiguo, grandote, algo enmohecido por la vegetación que lo rodea. Siento que está todo mal. Que todo está prohibido y que aquel paisaje iba a desaparecer pronto. No entiendo que época es. Donde estamos. Por que estoy ahí. Por que me atraparon. Por que siento este miedo terrible. Se acerca un guardia y por su presencia se que nos odia a todos y vuelvo a mirar el suelo en busca de brotes para arrancar. El tren no pasó nunca. No se si existirán los trenes aun. Oscurece y aparece alguien a quien no puedo mirar directamente su cara. Todos se ponen muy nerviosos.
Estamos en una sala amplia, oscura y solo se pueden ver nuestras caras iluminadas por el brillo que emiten las pantallas que tenemos al frente, puestas en los pupitres. El personaje del final de la sala, con una pantalla también frente de el, nos habla y nos dicta ordenes. Tampoco puedo distinguir su rostro. El miedo nunca se va. En mis manos tengo algunos lápices, un teléfono y otras cosas que no distingo. Intento utilizar la pantalla para enviar un mensaje a alguien y decirles que estoy atrapado, que me busquen, que tengo miedo, que no se donde estoy. Pero es imposible. No he mirado hacia atrás, pero sé que hay personas vigilándome sin césar. Se acerca aquella figura principal a mí y me pide que le muestre mi trabajo. Yo guardo silencio y me dice “muy bien, continua”. Miro a mi lado y hay un gordito que toma su teléfono e intenta llamar a alguien desesperadamente (ahora que lo recuerdo todos teníamos un teléfono, pero utilizarlo era algo muy peligroso)
Lo toman por la espalda y el gordito palidece. El miedo se agranda. Siento los parpados muy apretados.
Y al instante hay algo de luz de verdad. Presiento que cerca hay una puerta y la escalera que voy bajando es de metal, blanca con las barandas rojas. Simple, nada especial. Se siente algo de ruido de ciudad, bocinas de autos, gente. Llego al final de la escalera y está la puerta abierta. Una puerta o mas bien un portón abierto. Hay una calle alumbrada por el sol, algunos kioscos, gente pasando, unos taxis. Mi cuerpo estaba helado, quieto, aterrado. Era muy fácil escapar, pero de alguna manera yo sabia que atravesar esa puerta era igual a morir. A mi izquierda hay una puerta más pequeña, blanca que estaba cerrada. La abro y hay una especie de cocina. Un refrigerador, una mesita en el centro, cuadrada con un mantelito y otras cosas. En la mesa estaba sentada la Valeria, riendo como si nada pasara. Sentí un millón de sensaciones y sin preguntarle nada le cuento que estoy atrapado que no se donde estoy, que le digan a mi madre que ya volveré (se corre entre las voces que me rodeaban que son solo tres meses acá, luego nos liberan para ver como nos portamos). La Valeria se ríe y me dice que no le de color. Yo me empiezo a poner desesperado, puesto que me alejé del grupo y las cámaras de vigilancia. Le digo nuevamente con mas fuerza, casi llorando y ella no cambia su risa. Ahí me di cuenta que todo era falso. Ella no era la Valeria. Y salí de aquella cocinita y aún estaba la otra puerta abierta, pero la escalera que me llevaba hacia arriba, de donde había venido yo y me escapé, tenia una pared luego de subir unos cuatro o cinco escalones. Una pared blanca, gruesa, impenetrable.
Tengo un lápiz en mi mano y con el escribo algo en esa pared, algo que no pude entender claramente. Al instante, de los costados de la pared, aparecen letreros, alarmas y una sirena horrible que grita “objeto anormal” “objeto anormal” y los letreros ponían lo mismo. Aparece un guardia muy alto y apaga todo el bullicio. Mi mira con cara de mono y me ordena que suba (la pared había desparecido). Subo (por lo menos eso creo) y hay una larga fila y me pongo en el primer lugar. Nos obligan entrar de a dos al baño y yo entro con Jaime a quien no veía hace años. (Jaime es mormón y muy bueno, así que le pregunté a el por que estábamos acá, que habíamos hecho, por que sentíamos tanto miedo. el no me respondía nada, solo intentaba llamar por su teléfono y miraba de reojo por la puertecita que no se podía cerrar completamente) y la figura principal se hallaba al otro lado de la puerta inmóvil. Yo le decía a Jaime que esto era inhumano, horrible, que no lo entendía. Y yo intentaba mear y no podía.
Hay unas cuantas camas, me acuesto en una que la cabecera da directamente hacia una caída vertical (empieza a darse forma  un poco a este lugar). Hay otras gentes que se están acostando en las otras camas. Ya no siento tanto miedo. Creo que nadie lo siente. Todos hablan un poco mas. Se miran los ombligos, rezan. A mi lado hay una mujer que no conozco y luego se acuesta a mi lado con una tabla de surf. Me dice que mañana ira a un concurso de surf con alguien mas. Y yo no lo entiendo. (También recuerdo que alguien dijo que al parecer estábamos cerca de Antofagasta, y que nos soltaban los fines de semana. A lo que yo pensé; “por que nadie se ha escapado, si los sueltan? es tan fácil como huir un día de esos. Pero si nadie lo había hecho es por algo. De todas maneras, cuando me soltasen lo intentaría). Miro hacia la luz potente que está en el techo, y a contraluz apareces tú y me dabas un besito. Parece que conocías a la persona que se había acostado con la tabla de surf a mi lado por que conversan algunas palabras y se abrazaban. No me decías nada y yo tampoco (creo). Y te metías conmigo a la cama y sentía yo tu calor. Definitivamente ya no había miedo.
Despierto…