Hoy sentía ese
vientecito primaveral mientras pedaleaba, me llegaba en la cara, fresquito, -que
siga, que siga-, (y entonces seguía), y era el recuerdo del mismo vientecito de
la niñez y las rodillas sucias y los codos gastados y las encaramadas en la pandereta
buscando volantines olvidados y fracturados, y del sol quemante por la mañana,
y por la tarde el vientecito aquel, hasta la noche, como ahora, como esta
noche, que aun invita a mi vientecito a refrescarme la cara pedaleando. Ahora
no pedaleo, ahora escribo, y la noche ésta, me dice que es buena, -no tu, si no
ella. La noche, digo- yo la siento así, y me siento perdidamente feliz, y creo
que nada es como ayer, y yo tampoco, yo hoy soy como hoy, y hoy el vientecito
me espera para ser conmigo, y la nochecita quizás también, solo debo alcanzarla
(por la noche, cuando caiga), pero yo era un niño, era un enano, de cara sucia
y malos modales y solo debía dar un saltito para tomarla, pero huía y decía “tranquilo,
ya vas a crecer”, y hoy, pedaleando, el vientecito me frenaba para no
alcanzarla nunca, y yo reía ante tal jugarreta, y las pisadas me siguen, desde
la niñez que es así, y aun, perdidamente feliz, miro hacia atrás y veo pasar el
vientecito preciado que remonta las casas y los techos de lata, y me pongo a
bailar con una escoba, y la miro a los ojos -lindos ojos de madera- y a ratos
bailo solo, y subo el volumen de la radio en esa canción que me gusta, y toco
mis tambores y el teclado se queda mudo un rato y luego gime de dolor (y a mi
también me duele, casi tanto como a el, me
duele que no sepamos entendernos y que nunca hallamos congeniado, lastima…)
pero en el techo mi gata respondía intranquila, y yo, también en el techo
disfruto del mismo vientecito ya nocturno, tranquilo, y mi gata no, y las luces
de la cuidad hoy (por la noche) son bonitas y la ciudad lo mismo, y siempre me
vuelvo a equivocar, pero hoy no, esta noche no, mañana quizás lo haré de nuevo,
por que no sé si mañana el vientecito me esperara para ser juntos y tampoco si
se mañana yo esperare la noche para subirme al techo que no tiene volantines
(pero si una que otra lagartija fugitiva) y tampoco sé si mañana escribiré o si
tendré otros recuerdos, y yo no se, no se, no se, pero me preparo por si acaso,
y me saco toda la ropa y miro el cielo durante largo rato, y recuerdo a mi
madre, a mi hermana, a ellos, a ti, a los otros, no, a ellos no, y las caras
sucias y los garabatos a escondidas, los juegos infinitos y las tardes
inagotables, todo eso y mas entre algún sollozo y otras risas profundas, y pido
perdón a quienes no entiendan esto, quienes no entiendan mi vientecito
(nuestro, en realidad) pido perdón a los muertos de mi alegría, a los vivos de
mis penas, a las luces de la ciudad, pido perdón a mi madre, a mis sobrinos, a
mi hermana, a mi gata, a la luna, al viento, y por supuesto, me pido perdón a
mi, si, a mi, y salgo caminar y me pido perdón, perdón por encararme de este
modo, pero me han contado que…
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