Tristezas... Por hacerme sentir así. Vive la gente feliz, no puedo reconciliar emociones y recuerdos, no puedo encontrar amor sin culpa, sin el profundo y hondo deseo de escribir con la cuchara abierta y los sesos desparramados. A veces en las tardes de soles caidos vuelvo a ser cabro chico, embarrao y peluson tratando sanar mi pequeño corazon mientras te regalo helados de 100 pesos y algunas flores amarilltas que crecen en las fisuras de la cuneta, o filas de hormigas colmando la mesa, comiendo pan duro, mascado por sus mandibulas sin dientes, y no era que peleaba por gusto, si no por defenderme de patadas y golpes de aquellos hijos de la ignorancia que eran mis vecinos. Golpes por que yo era bien portado y mateo pa la escuela, o el hecho de que leyese libros de flora y fauna mientras los mas picaos a choro se agarraban a balazo y patas en el pecho en plsno verano, a guata pela como ellos mismos los hijos de puta. Y aun así, una flor o un animalito crecian en la miseria. Tanta pena tenía, con el corazon roto caminé el estilo deprimente y cogotero, y una flauta resonaba invitando a poner la otra mejilla y aguantar el chalchazo de mi madre, visitarla cuando estaba en cana, comerse una empanada y quebrarse por dentro y jamás por fuera, por que los gendarmes tienen el palo en la mano y te tratan como basura, y yo no aguanto pellejerias de ninguno de esos canallas analfabetos que cuidan el lugubre prostibulo del sistema. Cuantas noches de madrugada no la busqué por barriales y sucuchos y llegaba el alba y yo descalzo en la periferia, y los humos del fogón como gigantes se alzaron escrutando el horizonte con las manos como visera. La ví huir en mi bicicleta, con ojos de loca se me arrancó y me rompió el corazón en mil partes. Todos los lazos de la naturaleza se rompieron en ese instante. Mi alma de crío inocente se incineraba en amarga desilucion de quedar huerfano en este mundo tan cruel y frio. Después de los atropellos y los palos en la cabeza se me durmieron las manos y fue que el niño sensible y atormentado era yo mismo tragando tanta miseria y horror humano, por que ninguno de ellos ha sido capaz de amar a nadie, ni han leído un día completo a Ray Bradbury solo por sentirse solos a los 10 años. Luego vino el ruido y las botas de cuero sedientas de patear craneos. Pero no se torturen y sufran amigos míos, todos ustedes han nacido con demonios en su espalda, pero ninguno los ha acompañado de noche y han vigilado su sueños en la tormenta y los techos de zinc volando por la pobla. Yo fuí el que lloró trepado en la enrredadera del Juan XXIII y leía a Li Tai Po bebiendo bajo la luna, vino y solo vino, y caminar por irarrazaval y Ñuñoa era dulcemente triste, por que la tristeza no solo duerme y anida en aquellas noches del estío, si no que podría llenas los recovecos y lanzarnos juntos al abismo para terminar con la agonía de mi roñoso corazón. Se gastaron mis zapatos y me mordieron los perros. La cuchilla la tenía en la mano, lo juro, cuando me ví tan solo y perdido y llegué de puro frío a la fiesta donde no me querían. El alma mía moría siendo buena en el camino hacia la soledad y el abandono. Yo me encontré dentro de mi mismo, y nadé junto a Ylla en el mar muerto del planeta de cristal, cantando simbolos de edad desconocida para cualquier humano del siglo XX. Nos fuimos juntitos de la mano en el bus pal Valle del Elquí, te acordai¿ Y vimos nacer a las ovejas y bajamos el cerro casi anocheciendo, te acuerdas, quiero decir, de aquella desaparición y de las interminables noches en que lloré con un lirio traidor en mi pieza? Pasion es lo que menos le falta a mi vida, pequeñas libelulas fugaces. La vieja maquina de escribir sin puntuación, la polilla que fotografié y le entregué toda elegancia y dignidad, así toda esperanza me devuelve y los papeles escritos en tu nombre probablemente hayan ido a parar al zanjón de la aguada. Todo lamento ha sido por ti, toda locura y desvarío de madrugada es debido a la sin razón de no pertenecer a ningún lugar y ser eterno vagabundo soñador. Tu lo eras todo y yo era nada. Aves volaban sobre nuestras cabezas, ellos pensaran que era por que caía la noche y se divisaba la isla de los lobos, donde podías encontrar cachorros muertos a orillas de la playa, incluso ya de amanecida tenía un aspecto de penumbra y seguro que me contabas de aquella furia de decir adios. Cresta, como hacerles entender que no podía escribir las verdades absolutas, y que tiritaba de miedo al saltar la reja arrancando de la yuta. El sol entró por la habitación, y los gorriones gorgojeaban y volteaban sus cabezas en el patio, sin darnos cuenta de cuantas noches fueron necesarias para abrazar mis alegrias de chiquillo. Cuando llegaste aquella noche, preguntando por emile dubois y queriendo descubrir paisajes nuevos, trayectos en bicicleta y compañia de gatos. El cementerio y sus ataudes rodantes de terremoto, lo sabes bien. Presiento que las palabras son las que me adivinan el sentimiento y yo solo las escucho y obedezco en voz baja, como si fuera el iniciado de la lluvia de enero sintiendo hambre y el corazon/alma azul en plena oscuridad con un intenso olor a parafina.
.
nada está fuera del todo y también todo lo contrario
Creta, o el Laberinto
¿Cómo encuentro la salida?
yo no se nada de idiomas ni de laberintos
¿Por qué al final
salgo solo de esto?
En realidad
no me importa.
Y es que el asunto
es perder el tiempo,
como un día mas
es un día menos
para algunos,
pero es tan fácil perderse
y caer,
y darse cuenta
que se está vivo
en la realidad,
en la calle, gritando
en la mente,
en lo que veo en ti,
santa madre,
que el barco ha naufragado
y la lluvia no espera
cuando mis ojos brillan,
pues no encuentro la salida.
Y yo no sé nada de lenguas
ni de idiomas,
y no contesto las preguntas.
Me equivoco cien veces
¿Por qué la lluvia no espera?
no espera,
así como las escritura
no sirve.
Y se ha desatado.
Si tus ojos no brillan
preguntándole al laberinto
como escapamos de aquí…
.
Contradiccion de las contradicciones
Hallé la mutilación de lo escrito; Todas las letras son
equivocas
o trágicamente intratables. Escribir es una seriedad
de
la época. Un acto de egoísmo puro, hundido entre las
ganas
de estar y desaparecer. Un enorme espejo del alma que
está
trizado. Escribir es pura siutiquería. La verdad y la mentira
conjugadas
en un baile peligroso adornado por la retórica.
Contradicciones
escupidas en la cara. Escribir no sirve de
nada: escribir no sirve. La realidad ya existe
una vez y por más
que
queramos reinventarla o re-escribirla escribiendo, solo
acabaremos
retratando la cara oculta de la realidad misma.
La
faceta escondida de nuestro ser, en donde no llega
jamás
la luz del sol. El lugar en donde los brotes de las flores
crecen
torcidos y con colores opacos. En donde la lluvia
cae
copiosa mojando solo nuestras cabezas. La realidad
retratada
con un pincel desastroso. Escribir no sirve, no sirve,
no
sirve. Así como dibujar también es un punto aparte: la
inutilidad
en el juego imaginario de creer y pensar lo que nunca será.
.
Historias del Bar Serena, Viernes 27
Cuando el silencio no se calla
hablando a la nada quejumbrosa
llenamos los vasos de tragedias
en el aire de palabrotas con
la garganta de ríos tintos y blancos
supersticiosos de boleros antiguos
mientras nos limpian el alma
y la mesa
cada media hora con un trapero
manchado de restos de vino
y ruedan las historias fantasmales
en las que los duendes borrachos
merodeaban las esquinas
de madrugadas frías en la niebla
con la intención de robarles
a los nuevos amantes
sus tanques
recién cargados de locura.
.
Gargantas en los Nudos
A veces soy
la paráfrasis sencilla
la
que soltó
-antes
que se piteara-
Ángel Escobar
el
poeta que vivió
compartido
con un desterrado
paseando
por Cuba y la noche
y
tomando cerveza postmoderna
con
intelectuales pordioseros
en
el barrio Bellavista
y
el cangrejo que come sus vísceras
mientras
lo atan a un madero
cuando
la marea sube
y
pudre la flor en el instante
del
frío y la guadaña
y
el gollete obnubilado
cortando
esposas masculladas
y
las pocas pepitas que gritan juntas
fuego!
fuego! fuego!
y
el que brota como un cuchillo
solo
soy un mono trágico
que
por lo menos esta vez
nada
tendría que ver
con
la gramática
se suicidó el 14 de Febrero del 97 en La Habana)
Sueño 31
Estoy en un pequeño
auto de cartón, miro hacia afuera por las ventanas que no existen. El paisaje
es algo lunar, con colores de tonos Marcianos o Neptunianos o Venusinos, o bien
podría estar una Luna de Plutón. El viento sopla fuerte y me seca los labios. Arriba
del auto van mas personas, entre ellas algunos conocidos y mi hermana. También van
los niños, mis sobrinos. Ellos ríen contentos y yo los abrazo fuerte mientras
nos hacemos cosquillitas. Yo… Yo no se por que estoy tan triste. Tampoco se
quien va conduciendo- El auto avanza por un camino interminable, desértico. A
nuestra izquierda está el mar, bello, con tonos verdosos, furioso, lleno de
vidas inimaginables y perpetuas. De pronto, el auto salta muy alto por los
aires ingravidos. Volamos unos momentos y caemos directamente en un camino de
tierra y pequeñas piedrecillas. Empiezo a sentir miedo, un miedo extraño y
dulce, parecido a ese vaho melancólico que suele aparecer los domingos de la
niñez abandonada. Si, siento miedo. No sé si lo sentirán los demás. Por lo
menos yo siento miedo. En un momento llegamos hasta una casa que está en frente
a ese mar verdoso que de a poco se tiñe de un azul profundo y antiguo. Es un
pueblito muy, muy pequeño. Tiene solo dos calles y todas las casas están casi desechas
y derruidas. Todos entran en aquel lugar. Entonces yo me subo en ese auto de
cartón y parto muy lejos y luego me pierdo de todos. Desaparezco. Miro a mi
alrededor y me doy cuenta que el pequeño auto de cartón ha desaparecido por una
fuerte lluvia que duró solo unos segundos. Ahora solo tengo en mis manos dos
zapatos de madera pulida y brillante, amarrados el uno al otro por un cordón
amarillo. Camino arrastrando los pies con los zapatos de madera en mis manos, colgando
del cordón. Avanzo entre nopales y cerros tremendos, intentando buscar una
tinta para escribir una carta. Agito los zapatos cerca del suelo, como si
fueran un detector de metales, pero en este caso de tintas, pero no encuentro
ninguna. Dejo los zapatos colgando de árbol, y el árbol se hace más grande y
mas anciano cuando lo toco con mis dedos sucios. Y luego… Luego no recuerdo muy
bien que ocurre. Entro a una casa. Ahí está mi familia, los niños, mi madre, mi
hermana, amigos muy queridos. La casa está casi desecha, a
punto de caerse pero es muy bonita y rara, con adornos de otras dimensiones y
otros tiempos. No sé cómo explicarlo, pero sé que es la casa del poeta Rodrigo Lira,
y me asomo por el balcón en donde se suicidó lanzándose al vacio. Yo asomo la
cabeza hacia afuera y ahí, justo ahí está la carretera, comenzando en la salida
de la puerta de la casa y al lado izquierdo del camino está el mar. A la
derecha está el desierto y alguien viene por entre las piedras volcánicas caminando
contra el viento. Con pasos pequeños y lentos me dice; ven!, ven conmigo! Yo la sigo sin dudarlo, y el viento oceánico no nos deja caminar. Apunta con un
dedo la cima de un cerro que tiene un pueblo muy seco a sus pies. Con la otra
mano se cubre los ojos de los rayos enceguecedores del astro rey. S acercas y
me dice; en esa cima se posan los soles azules al atardecer…
Gollete
Parafina, me encuentro otra vez aquí: aquí
hablo a tientas. No puedo con esto. Caigo hasta el
fondo; destruyo, destruyen, me envuelven, aun no viven
en mi selva; prenden, dime las cosas irreversibles.
Aguántame;
dicen los vivos y las caras de los otros -que nosotros no
somos los que alumbramos la noche-, y las velas de los
mismos ya pequeñitas. Pabilos. Pabilos; no me condenen
-te volverán a decir-; no puedo con ellos: Charlie Parker
no fuma. Es decir, tiene un montón de agujeros en el
alma, no habla; oscurece, oscurezco. Hay muertos que
alumbran
de noche. O bien el agua en las abluciones; nací al mediodía
y
fallezco. Tumbo. Un soplo y me apago. Oh! Frío de
invierno. Frío los rostros en los charcos; estancados los
unos y los otros latentes como los silencios: los que no
se desesperan son los que se fueron; los muertos, quiero
decir; los muertos somos nosotros. Fuerza más consenso es
igual a ideología, dicen los que fusilan las flores de
Antilef:
geógrafo y hippie. Melena larga de pájaro. Uno o dos. Los
que sean necesarios. Hablo, en voz baja, hablo: no me
intuyen.
Me pierdo pensando en las mañanas. -La única ciencia
posible:
letras sobre papel y un par de escupos sobre ellas-. Triadas
reconfortantes de las aceras lastimosas. Querría algo de
todo;
término de escribir una carta que nunca te enviaré. Miento,
-nada nos pertenece, sollozo de costado- deseo; añoro.
Lluvia
de Febrero. Cuatro en lo que abarca la vida. No sigas; los
músicos son cada vez más jóvenes a nuestro alrededor.
Secuestradores de piedad marcan las manecillas jerigonzas
del reloj absurdo. Japonecedades y gringerias marcan los
lenguajes de idiotas generaciones. Perpetuos danzamos
el ruido desastroso como saltimbanquis borrachos y
frenéticos:
al suelo los primeros. Los del fondo continúan ahí. Puedes
leerlos
en los libros escritos de la historia; dicen -somos la cara
del
poder-, queman la vida, el aire, albatros ancianos. No son
los únicos.
Como yo también caen hasta el fondo. No se extinguen. Arden,
funden. Se supone que no te posea; tengo unas cuantas
preguntas. ¿Que se hace con esto? Veo correr las palabras y
me caigo de hocico tratando de alcanzarlas. Vuelvo; he
quedado desnudo como un signo. He quedado ahí; donde
policromas lunas se alzan como serpientes saladas, trepando
por los restos de las carreteras de porquería. Donde
iluminan
los cerros tremendos y transmutan los ciegos en el oficio de
las
arenas inauditas, a la manera de las estaciones de los
ferrocarriles
abandonadas, o como chamanes de alguna edad paleolítica
que predicen cuando caen las bombas M-80’s de insectos
que borrarán todos los resabios de
esos
sacerdotes/banqueros-. Ahí, donde no me dejan pensar
en palabras con sus eclipses rebanadores de existencias
melancólicas
y desfiguradas. Ya no me sorprende nada, porque no soy yo;
es
cual el delirio ancho del mundo, el silencio que sucede a
las
tragedias. La culpa. La culpa es de los otros. Los otros
son, -quiero decir-, los culpables. Tú, y yo. Así es como
existe
el miedo a cruzar las calles de los aferrados, en busca de
cosmogonarias historias. Y miento la angustia fría; así fue
que me vi, observando las ventanas por donde al fin veré
mi cuerpo, los arboles con las faldas abiertas del sol -el
sorbo
y el estruendo de la pupila-. Por fin, el ojo y el ser
impropio; no
me ayuden y no me levanten. Arriba, el techo donde van, el
nicho áspero cuando estoy solo en la casa y los fuegos son
enormes. Encerrada entre las vigas quebradizas ha quedado
la ternura, bajo el rumor de un sueño de un niño
pagano cualquiera, o un salvaje siempre ilegal y sabio. Esto
afecta directamente al centro del ópalo y su ritmo
sulfurante,
donde viene a extender su red y sus fenómenos de azules.
Anuncian por la radio el envejecimiento de las revoluciones,
mientras esos presidentes se diluyen en pétreos números
ingrávidos. Vuelo de pájaro flaco y degollado, o la muerte
de una de esas agujas en los girasoles cartesianos; el
hemiciclo
aplaude el desgano de estos océanos de pellejos. ¿Has visto
esos
pájaros quietos como soles sobre el horizonte? ¿Has sentido
a tu corazón coquetear con tus amígdalas? Querría una brisa,
la luz que se fuga en el antepenúltimo arrebol prohibido y
metafísico. Solo una, ¿sabes?, el desierto; ¿y si la noche,
como
un arte espontaneo de leves murmullos, o como el soplo del
viento entre los litres nos quisiera amamantar? Los niños
duermen hasta hallar el pozo risueño, junto al muro, el
rosal. Yo
digo que alguien llama en un glaciar. Navegan las tonadas de
buen
ánimo, se alzan así: todo florecido de antiguas antigüedades
marinas. Calles humeantes de los fantasmas
asomadas por las ventanas, o de pie y siempre envueltos
en mantas que quedan de mis cubitas escuadras lluviosas.
Dejan un rastro y un mismo almanaque de sí, consignas de
viajes innombrables. Duendes de neblinas dulces observan
a los obreros madrugadores, sentados en esas plazas. Tuve
una risa transparente antes que me diera alcance el nuevo día:
dicen que son culpables los que alucinan la sordina
hipodérmica.
Yo discuto con el cráneo occipital, lloro. En el río
bailaron los
juncos cuando los besó la luna, y ella se vuelve deforme y
líquida para poder nadar oculta en él, y para tocar su charango
roto. No nos alcanzaran los ruidos de las sirenas enormes.
El poeta
puede ser el mas sumiso de los seres por mas que pueda ser
el
mas libre de ellos; ¿Qué podría él entonces ante la propia
muerte?
¿Quedaría mas vacíamente trágico que una simple flor hecha
de humo sin mirar hacia atrás? Otra. Otra vuelta en el tango
de la vida y resucitar por compasión. Me dicen que soy una
pálida
figura desconfiada, me dicen; tantos otros que quieren ser
libres al igual que yo. Por cortesía, por decir algo y por
llorar de vez
en cuando. No se le pueden regalar deseosas sonrisas a
alguien
que viva la vida así. Para alejar la materialización de la
indiferencia
me apuraron. Me puse triste. Los niños no son malos, no les
griten,
por favor. El día que yo no existía. Con el clavito en el
cerebro,
el ruido en los oídos, la pequeñita y revoltosa retórica, la
mentirosa,
antepenúltima y ni eso. Vacío repleto, y las compañías de
las
noches en la misma manera, y hablar de política, música,
sexo, drogas,
infancias, necesidades, mentiras interesantes, amores
baratos. He
recibido todo el dolor aguantable, todo el escarnio y la magulladura del
abandono se registran entre los pozos oscuros donde solían
estar
mis ojos lagañientos; pues entonces digo ahora que soy
el
escozor de unos susurros en la tierra, o una especie de
enfermo
intratable silbando la cara aterrada sentado en la banca de
algún
patio clínico. Sulfuros pasados me llueven soplando las
palabras
como anillos imperfectos. Chorrean y sangran los dedos como
sollozos de invierno, y son míos aquellos cuando floto en la
punta
de los tuyos o en las piedras sutiles: no te olvido cuando
observo
la noche cayendo en los huesos, lamento. Te digo: he soñado
contigo.
Y hablo como un niño trágico mientras le hago el amor a la
piojenta
gramática; pienso en ti por cada puñalada. Valgo callampa,
si.
No puedo suplir aquel pañuelo en el cuello. No puedo ver a
mis
sobrinos; vivo en la punta de un cuchillo, voy muerto
andando
con el cuero de la vergüenza y el discurso a la rastra hacia
el
casamiento de abuelos y sepultureros inflamables de congoja.
Que
venga alguien y me empuje al fondo, hablo conmigo y solo
con nosotros en voz baja: aúllo y sonrío por si acaso soy el
que
aun tiene lumbre a oscuras. El hambre es una sensación
triste.
He entregado todo el dolor aguantable. Es un misterio como
se
acoplan y ocultan unos a otros los ardores. ¿Como puedo
decir
que sobreviví a la gotera de golpes de este siglo?; sigo
aquí
a tu lado. Sospecho que me has matado en una
de estas noches -sube la marea-. Tendré algo de calma por la
mañana, si no me coge por la mandíbula tiesa, como una
palanca
atrofiada, el garfio
de las tristezas. Una carta que anuncia
puntapiés en las canillas es otro beso del esqueleto en las
cunetas.
Hablaba a tientas; -susurraba-. Las letras, una tras otra;
lastimosas señoritas. Así escondo la cara en
ellas; no puedo. Desnudo. Inmóvil atado de huesos;
me citan en sueños diciendo que me aterro, diciendo
que hoy toca en sus patíbulos los músicos al mediodía.
No soy el traidor o la matraca y anquilosada querida,
ni el fusil hurgando en las fosas negras que lo pone a
bailar -no a mí, quiero decir- a usted. A usted o el otro.
Me sentencian; yo muerto en la hondonada estaba
incompleto -les dije -perdón-. Al difunto le molestan
profundamente los lamentos. Al adolorido, el dedal
en su mano y la otra en la tuya. -Respira- me dijo alquien
exhalando bocanadas magnificas de humo. Fumábamos
mirando las ventanas. Su voz me recordaba un vidrio
quebrado, como si no fuera alguien totalmente extraña
y desaparecida. Entonces cierro todas las puertas,
observo por un agujero el farol de la calle, camino
y vuelvo. Y tocó su melodía como burlándose. Y
yo sentía que quería estar solo y llovía así despacito,
como lluvia de amanecida, pero era de noche. Me hablaba
y un rayo atravesaba el cielo; la puñalada en la boca del
estómago, ciega. Yo no la miraba a los ojos. Si no que
lloraba pa’ adentro. Me hablaba y la muerte vieja le tejía
un chaleco de lana a una bebé; se olvidaba de los puntos
por estar tan vieja, maldecía los castigos de los años, –apenas
duermo-, suspiraba; nosotros bajo la lluvia aun podíamos
oírla
padecer. Una mujer nos avisaba que ya iban a pasar los
goles de colo-colo en la televisión; botaba el humo de un
cigarro. Me miraba y esperaba que yo dijera algo y yo no
decía nada; sentía que moría; No la he vuelto a ver. Si no
que camino un pasillito muy corto, aun llueve; la puerta
sigue
abierta, se oye una música de guitarra. ¿Estará tocando
aquel que esté medio vivo? Aquí sigo hablando a tientas,
miento. Me pedía que eligiera un librito de la biblioteca;
“El
frío vuelve hacia a los inviernos”, entonces le doy una
mirada a aquél fantasma que me recuerda el temor de
cuando era niño sobre la lluvia que caía igual que en
aquellos
tiempos. Ahí nos despedimos sin palabras, sin gestos. Me
observa por las noches y yo me subo a las piedras, desde
el cuarto piso hacia abajo con el dolor de abandonar la
matriz cuidadora. Como en uno de mis sueños. Fugitivo,
desnudo, tiritando delirios azules, palidezco. Anoto
estas palabras en el libro que me regaló; -“soy un aire
helado”- Me pongo a llorar como si estuviera flotando
en un témpano o en la punta de tu dedo. Y chorrea y
chorrea. las piedrecillas en el techo a las cuatro de la
mañana.
Cuando el árbol empapado pedía auxilio no fuimos
nosotros quienes acudimos, si no los ausentes y allá,
mucho más allá, el grito continúa; Yo no dormía. Al menos
intentaba, solía y podía dormir, mientras yo iba al
mar. Estuvimos en la nada, frasco vacío, como un perpetuo
reloj de sales. Todo completamente oscuro.
Buscando. Desaparecidos; Me encuentro otra vez aquí.
Hablo a tientas, apenas: poco sé de esto que intento callar.
Y es que todo me pasa a mí. Todo me escurre desde el tabique
nasal hasta el omoplato y el esternón de ida y de vuelta.
Todo
me ocurre: desde soñar que la noche gotea y las luces son
el reflejo en el río, donde no nos conocemos y nos encontramos
huyendo del agobio, la desazón que es el miedo y de
nosotros como luna y desierto, como zorro y secreto al oído:
hasta el fondo oceánico tremendo, desconocido, tenebroso
en sus vidas, desteñido como gigante ahogado en mugre
urbanoide periférica, enterrado sin funerales y sin llantos,
sin
vidas y sin muertes ya casi. Hasta llorar descolgando a la
lluvia.
Pero te juro no reír mas, te juro que yo no escribo poemas.
Aunque hubiese querido pasar todas esas noches haciéndolo,
como vigilado desde el panóptico, la institución de
secuestros.
Me veo como flotando en mi cama, en la tormenta recién
caída,
y las ánimas que vienen a dormir aquí se sientan al pie
de la escalera, cantando cabizbajas, arrulladas por la
música
fúnebre de estas goteras. Las sombras dibujan en la esquina
un lirio traidor, y Rimbaud sigue tirado en aquella camilla.
Despertará algún día, si Dios quiere. Y si Dios no quiere,
pues lo matamos!.
Entre las nueve y las tres, me preguntaban,
¿Qué haces? Yo solo veo que los dedos son un grupo curioso, los
ojos.
Me aburro. Todos tenemos enormes gargantas en los nudos.
.
Mirando el techo de una fiesta aburrida de un desconocido
Al parecer no te mereces
el espacio
ni las perspectivas
cuando me pierdo en las vigas
y en las líneas
No sé que hago aquí
no se que cosas hago aquí
contigo
sintigo
conmigo
yo me siento el abandonado
que soy
Con ganas de dormir
antes que amanezca
sin mujer
sin excusas
sin ruidos
Sueño Nomeacuerdocuanto
Estaba la zorra con los pacos en una calle ancha y
larga, el cielo estaba despejado, brillante, y el sol calentaba tímidamente a
los jóvenes y viejos que lanzaban grandes piedras a los pacos y sus asquerosos
uniformes. El mar nacía desde la cuneta hacia el infinito y tenia olas
pequeñitas y proyectaba hacia el aire un aroma salino y puro que invitaba a
marcharse lejos de la ciudad. Los capuchas huían por los pequeños pasajes
aledaños al mar y se escondían en las alcantarillas intentando huir de la represión.
Algunas lacrimógenas encendidas hacían las veces de las nubes que el cielo
había olvidado, pero estas nubes eran toxicas y venenosas. Los pacos recogían y
golpeaban a los cazados y los llevaban a la micro impía y atroz en donde los
manoseaban, interrogaban y seguían golpeando. Yo andaba en bicicleta y atravesaba
la larga calle hacia el fondo, donde se alzaba imponente la cordillera
totalmente nevada y preciosa. Cuando venia de vuelta por la inmensa avenida,
los pacos ya se habían ido y solo quedaban restos de violencia en las veredas y
en las manos de los revoltosos, y algunos panfletos y algunas personas
vendiendo comida a un costado de la calle. Entre ese puñado de personas se
encontraba Isidora, la Isis, vestida tal cual la ultima vez que nos vimos. Yo
daba unas tres vueltas en circulo para que me viera pero ella conversaba en voz
baja con otra niña que no se quien es. Dejé mi bicicleta en el suelo y me senté
en la cuneta de en frente esperando que me hablara o me mirara por que a mi me
daba mucha timidez y pena sentarme a su lado. En eso aparece una perrita de la
calle, negra y bien grande. Yo estaba acostado en la cuneta y tapado con una
frazada, y la perrita me intentaba quitar la frazada y forcejeábamos un rato.
Ella me destapó los pies y comenzó a morderme muy fuerte, con mordiscos grandes
de rabia y botaba saliva espesa que se repartía por el lugar. Isidora me miraba
sin hacer ningún movimiento y la perra mordía más fuerte y con más rabia.
Entonces yo sacaba un palo de mi bolsillo y hacia el gesto de pegarle sin
intención de hacerlo. Ella me dejaba de morder y se quedaba quieta pero aun me
miraba con rabia. Yo estiraba mi mano y le sobaba el lomo suavecito y la
perrita se echaba y se dejaba acariciar muy tranquilita y mansa. Se acercó a mi
lado y nos tapamos ambos con la frazada, y yo le decía algo a la perrita y ella
me respondía en español. No podía creer que la perrita hablara, pero si,
hablaba. Conversábamos algunas palabras primero y yo estaba muy feliz de que
hablara y nos abrazábamos con la perrita. Yo le daba un beso en la boca.
Conversábamos largo rato no se de que, no puedo recordarlo. Ella me decía que
me mordía por que tenia rabia, que no era su culpa y a momentos intentaba
nuevamente morderme las manos o la cara con la misma rabia que hace un rato. Yo
estaba muy alegre y a la vez asustado por tener esta perrita. De improviso
estamos en una ciudad, rodeados de autos y de edificios y la perrita aun esta
conmigo. Aparece una mujer con pinta de ejecutiva y le dice a la perrita que la
espera en su oficina en 5 minutos. La perrita se va caminando en sus cuatro
patitas sin decirme nada, y yo intento llamarla pero no mira hacia atrás. La
mujer ejecutiva me dice que no tenga pena y me compra un completo en la misma
esquina en donde yo estaba acostado con la perrita peleando por la frazada
mientras nos observaba Isidora y nos gritaba que no nos hiciéramos daño por
favor.
El crespo me
pasaba su taxi y arriba iban cuatro personas, tres pasajeros (un hombre blanco
y pelado, una señora muy vieja y otra mujer muy desagradable) que querían ir rápido
a sus destinos, y también iba el crespo, que vigilaba mis movimientos sin decir
una palabra. Yo me paseaba por Santiago durante un rato, acelerando y frenando,
metiéndome por calles desconocidas pero siempre tranquilo. Una de las
pasajeras, la mas desagradable, me dice con tono de pasajera importante; “a la intendencia por favor, y rápido”. Yo
le pregunto; “por Vitacura?”. Ella me
dice; “si, por Vitacura”. Doy la
vuelta a la calle y me meto en una de estas carreteras urbanas, con un taco
gigante y mucha gente bajándose de las micros. Todos los autos tocaban sus
bocinas a la vez y a momentos algunos autos saltaban por el aire y toda la gente
hablaba por sus celulares sin mirarse los unos a los otros. El sol de verano
quemaba las aceras y derretía los chicles pegados en las mismas, pero a ninguno
de ellos le importaba, solo hablaban por sus celulares, frenéticos y en un
idioma incomprensible de ajetreo. Cuando vamos subiendo por una calle, me doy
cuenta que voy en sentido contrario a los demás autos y los pasajeros empiezan
a alegarme por que van a llegar tarde a sus lugares. Yo les digo que tengan
paciencia, que soy principiante en esto, y echo marcha atrás sin que me importe
el taco kilométrico. El flaco pelado no me dejaba ver hacia atrás y yo le daba
un golpe en su cabeza para que se quitara. Íbamos en marcha atrás, a muchos
kilómetros por hora metiéndonos entre autos, motos y micros, y la gente al
vernos manejando como locos saltaban hacia los costados para no ser
atropellados. Los pasajeros estaban furiosos. Yo doblo por una calle cubierta
de grandes árboles y muy tranquila. “Llegamos
a la intendencia, son quinientos setenta pesos”, le digo a la vieja pesada.
Ella se baja del taxi sin pagarme ni darme las gracias siquiera. Los otros
pasajeros también se bajan maldiciendo la hora en que se subieron al taxi del
chofer inexperto. El crespo me dice que lo hice bien pero que no sirvo para
esto. Aparece una mina rubia, como de estas minas de la tele, que abraza al crespo,
le da un beso juguetón y le dice que quiere irse. El crespo me pide que maneje
nuevamente por que quiere disfrutar en el asiento trasero con la mina que acaba
de encontrarse. Yo, muy contento y sin objeciones, me subo en el asiento del
chofer, paso primera y acelero a fondo. El auto parte muy lento primero hasta
que agarra velocidad. La parejita me pide que los lleve hacia al cerro San
Cristóbal por favor. Y cuando ya vamos a cierta velocidad el crespo me dice que
está malo el freno, que tenga mucho cuidado en las curvas. Yo intentaba frenar
pero no había caso. Los frenos se habían cortado.
Alucinaciones
I
Por fin
por fin veré
mi cuerpo
las distancias
los sorbos
del sol nuevo
el estruendo
de la pupila
por fin
el ojo
y el ser
impropio
II
No me levanten
hacia arriba
más allá
del techo
donde van
los que sienten
paz en su mente
y no me ayuden
en el nicho
áspero
cuando estoy
solo en la casa
y los fuegos
son grandes
Mirando el techo de una fiesta desconocida y aburrida
Al parecer no te mereces
el espacio
ni las perspectivas
cuando me pierdo en las vigas
y en las líneas
No sé que hago aquí
no se que cosas hago aquí
contigo
sintigo
conmigo
yo me siento el abandonado
que soy
Con ganas de dormir
antes que amanezca
sin mujer
sin excusas
sin ruidos
Si Las Estrellas Mueren Alguna Vez, Yo Debo…
-Suicidarme cada noche
-Olvidar todo lo aprendido
-Improvisar las ansias
-Encariñarme con el silencio
(entre otras tantas cosas)
Lejos
I
Que se puede hacer contra eso?
contra la forma de la nada
y las distancias enormes de los terruños?
Olvídalo querida soñadora
olvídalo como se olvida
respirar a momentos
porque quiero que seas mía
y que a mis aullidos respondas
como los vástagos al sol
a los planetas
y las lunas de aquellos
-porsiacaso-
pero estamos lejos
desde hace días, horas
(cuento los meses, no los segundos)
mas de un siglo sin vernos!
Sin música juntos por la tarde
sin noches de verano ni luces en el cielo
Lejos como los pájaros negros de los
parques
que vuelan como cohetes negros y azulados
lejos como los años en que tocaba Duke
Ellington
y John Coltrane juntos
y “Angélica”, ay!. Yo bailaría “Angélica”,
pegado
-contigo, Chinita, quiero decir, no con
ella-
y otro bolero que una vez te comenté
pero estamos lejos
tan lejos para estar enamorados
para bailar
para escribirte
para llevarte un pájaro negro y con él
cantarte
para que seas mía…
lejos estamos
para que se pueda hacer algo contra eso.
II
Y ya sé que exagero las distancias
recorridas
pero las equivalencias no tienen lugar
ni cabida en los corazones irracionales
Es decir, mírame…
míranos
dirán que no somos viajeros en el tiempo
que no podremos revolvernos hasta que no
quede nada
dirán que por mas que estemos seguros
de conocernos desde todo el tiempo
desde otro lugar
otra vida
otra dimensión
los milímetros o kilómetros
que nos separen
de mirarnos fijamente
y quietos como hojas
serán para nosotros lo mismo
que esperar bajo el alero de los árboles
un montón de años
casi tanto como los que existen
entre una vida y otra.
III
Lejos
tan lejos
como para
que entiendas
lo triste que estoy.
Sueño 17
Un precipicio,
un acantilado, y el cielo tiene un color rojizo como si estuviera hecho de
cobre y pintado por un niño con un pincel grueso. Hay mucha gente a mi
alrededor pero no conozco a nadie, entonces, de improviso, te veo a ti entre la
multitud. Me siento muy intranquilo. (Esta parte se torna muy confusa y
borrosa. Ahora no se donde estoy exactamente, con quienes y por que. Tengo
ganas de golpear a la gente y parece que la gente también tiene ganas de
golpear).
Estaban todos
bien borrachos. El crespo hablaba súper raro y tenia la cara enfurecida,
perdida y los ojos en lo mismo. Se puso de pie y lanzó una piedra muy grande
que en el aire se volvió más pequeña y esa piedra cayó en tu pierna izquierda,
y la herida comenzaba a sangrar. Te dolió? -preguntaba yo- y tu me respondías
que si, que te dolía mucho. Me sentí muy triste y cegado por un odio muy grande
a la vez. Tomo una piedra grandota, gigante casi, y la gente se asusta y se
apartan de mi lado para que no les pase nada. El crespito me mira perdido a lo
ojos y yo lo apunto con la gran roca alzándola sobre mi cabeza. Mi cuerpo se
vuelve débil y no puedo sostener aquella roca. Arrojo la roca al suelo
sintiéndome muy imbécil y tu me miras con cara de confirmármelo (que soy un
imbécil).
Nos están
entregando unas pruebas (también esta parte es bastante confusa. A momentos
estoy en una sala, hay otras personas, amigos, y luego todo desaparece, es
decir la sala y la gente se esfuman derepente). Estás tu, estoy yo, no se donde
estamos. Te pregunto con tono amable que como te ha ido en la vida. Te cuento
además lo tanto que te he extrañado. Y tu me besas. Calidamente me besas como
en aquellos días, y yo me tranquilizo mucho, y tu me besas otra vez y siento
nuevamente que me quieres mucho, y yo a la vez te quiero mucho y te miro a
momentos pensando que nada de lo que sucede es cierto. No puedo mirarte a lo
ojos por que me invade algo que no entiendo muy bien. Alegría?, pena? Yo estoy
como loco. Tu me tomabas la cara, apretándome los cachetes un tanto agresiva y
me decías que ya no me echabas de menos, que no nos veríamos mas, que nunca
fuimos nada, pero que en ese momento lo olvidáramos todo. Que solo ese momento
era la verdad. Y me besabas nuevamente, y tu voz era muy tranquila y reías a
ratos. Fugazmente recordé las noches en que conversábamos y luego dormíamos
juntos. Tu voz era la misma que la de aquellas noches, la risa…
Despierto con
el beso imaginario en mi boca, con algunas palabras inentendibles en la lengua
y con las ganas inmensas de volver a soñar.
Ciertas Leyes que Rigen a los Astros
I
Despierto en las mañanas
y pienso en ellome atrapo
olvido lo ocurrido
lo desolado de los paisajes
la muerte de las vidas
fraseo algo en un pequeño papel
discuto con la ciencia muerta y
pintoresca de los muertos
pienso en ello
en ellos y en ellas
en los que luchan
en los que lucran
en las posibilidades
y tengo palabras atrapadas en la boca
palabras de odio y desastre
palabras en la lengua
en la frente y en el corazón
al ver como los ciclos se mueren
y los ríos ya no corren
como un pájaro metálico
o un insecto de seda
revoloteando en las mañanas
y cuando despierto
necesito tu amor
cuando despierto
pienso en ello
el ecocidio en que nos hundimos
y me oprime el alma
suelto el llanto
libero mi llanto libre
como tu amor
libre también es tu amor
pero por favor
dámelo a mi por las noches
escribe que me amas en tus cuadernos
en tus paredes
en las hojas del damasco
que de nosotros
no queda nada
sin que lo moje el mar
el mismo mar
que es muerto y no descansa
lejos de no dibujarte
de no escribirte
de no morir aferrado a tu entrepierna
y aun pienso en ello
en volver a encerrarme
fugarme una y mil veces
pienso en el gran incendio de las instituciones
en el derrumbe funeral de los gobiernos
en que la guerra contra
se acabe con un movimiento terrible
y los astros constantes y perfectos
también sueltan su llanto
y hacen girar la manivela
revolucionando nuestros ojos
y todo lo que ellos miran
arde como bandadas de aves míticas
como aguijones de abejas futuristas
incompletas hasta la última palabra
hasta la ultima tuerca
hasta el último sabor
y la ultima luna de aquella medianoche
aparece como los cometas
vuelve a casa
me interroga
me desvive
y yo solo hablo en voz baja
el hierro al anhelo
como un río de noches amarillas
nadando en colores aturdidos
en el pasado que transcurre como el arte
y que pesa en los hombros de los hombres
hombres que obran en destruir
pero a no mi me digas nada
no soy el culpable del tiempo
no soy un hijo de esta época
no soy cubano
pero si me gustaría ser tu desnudes
tu olvido
el que se muere por raptarte
tocarte-huirte-olerte-amarte-arte-arte
Oh! reino frío
en besarte
transcurre el no tiempo
cuando volvemos a los ciclos naturales
y a tu lado
duermo vivo y muero
hasta el último respiro
respiro en las mañanas
y pienso en ello
II
Volverme de roca o magma
ser un hermano de los metales pesadosy de los árboles colmados de sabiduría
hermano de los gatos enmascarados
como una palabra que no me toca
que solo hiere como la soledad
la que tengo por las mañanas estivales
cuando lo ejecutado se vuelve equívoco
sin padre y sin madre y sin hermanas ni sobrinos
sin agua limpia que beber
ni aire puro que respirar
sin contemplaciones ni miradas cercanas
el que escribe brota de la lágrima
y es hijo perdido de un amor inconcluso
y de este mundo pérfido que ahoga
pero me vuelvo símbolo en las paredes
cortes y tajos en la piel
despojado del cuadro perfecto de la felicidad
yo estuve durante mucho tiempo sumergido
esperando que la vida vuelva
y me quite las hojas marchitas del rostro
invitando a la noche a caer en la literatura
pero he seguido mis pisadas durante años
y nunca volveré atrás
al hambre de sentirse abandonado
siendo un nacido de la entraña de porquería
por que es terrible perder la ilusión
si cada vez se piensa mas y se siente menos
y se acaban los recuerdos
al contemplar la muerte de la vida
ebria de azules y abotonada de mis besos
por que yo no tengo familia
nunca la tuve ni en la genealogía de la infancia
todos enclaustrados en un cajón de mentiras
como si en el alegre funeral de la naturaleza
yo debiera estar integro
anotando lo ocurrido día tras día
en sucios papeles y cuadernos
metamorfoseando la angustia en letras
y la felicidad como una muralla impenetrable
habla en voz baja pidiendo flores a mis manos
pidiendo que conjure los males con talismanes
que cubra sus rostros con la manta de la noche
cual muerto en invierno en pleno callejón
así he vivido mi vida
arrancando pequeños brotes de todo en la nada
pintando con pinceles desastrosos
con pinturas eléctricas que rompen nuestros ojos
y como los pájaros de los planetas oscuros
sigo destruyendo el tiempo a tu lado
y destruiría muchas cosas mas
el templo de los errores y el trono de la historia
las caras de inescrupulosos asesinos
de la bella Tierra Madre
aullando desenfrenado en la irracionalidad
que desbarata las ideas y derrite las estrellas
y los sabios y santos se tomaran la cabeza
y gritaran espantados ante tal soberbia inmoral
pero nada detendrá nuestro acontecer
ni las formas que están llenas de formas
como nuestros cuerpos desnudos
que romperán todos los lazos y todas las tradiciones
cuando aparezca un nuevo sol
que nosotros como enamorados merecemos
Casi Anochece...
Bebo mi dosis de palabras que has traído
tiñendo las paredes del color de tu voz
olvido lo que abarcan unos 1800 kilómetros
pongo mi lampara mirando hacia el techo
converso en silencio con mi sombra
te recuerdo como la sed de las flores
como la necesidad de crear
río como un niño con su remolino
y escribo las mariposas en tu nombre
El techo me repite que ya vendrás
y dibuja en una esquina un lirio traidor
Hace frío sin ti
y creo que sigo vivo...
Yo ya he escogido a Caos
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
Espero que Caos me escoja a mi
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